Según la Real Academia Española, el duelo es una «demostración que se hace para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien». Esta definición nos permite acercarnos a aquello que está «establecido socialmente» en nuestra cultura como correcto en relación a la pérdida y despedida de un ser querido. Si nos fijamos bien, habla de una «demostración» haciendo referencia a un plano externo, alejado de nosotros mismos y enfocado en la percepción externa que se tenga y se pueda observar la gente de ello.
El fallecimiento de personajes públicos con los que seguramente no hayamos cruzado nunca ni dos palabras nos llama la atención. La pérdida de una persona en nuestro círculo cercano nos afecta, nos mueve cosas por dentro y nos hace recordar lo «frágiles» que somos y lo «perecedero» que es nuestro paso por el mundo. No es difícil imaginar que desbarajuste emocional nos provoca perder a alguien que es cercano a nosotros, a quien hemos querido y queremos, y sin embargo, no volveremos a ver más. Es sobre este asunto, sobre el que Cuidado Mayor quiere explicarte, para que así puedas entender mejor lo que te ocurre por dentro.
La muerte
Dentro de la sociedad occidental, la muerte es un tema muy controvertido que genera mucha tensión. Si ahondamos en la psicología de las personas podemos comprobar que algunos creen que existe un «cielo» en el que te encontrarás si has cumplido una serie de mandamientos en tu vida, otros que puede haber alguna especie de reencarnación en la que volverás al mundo con un cuerpo diferente, y, otros, asumen que nuestros elementos químicos se fundirán con la Tierra y serán parte de ella. La verdad, es que no sabemos que hay o no hay después de que un cuerpo humano deje de latirle el corazón, ni después de su último suspiro. Por que, en principio, nadie ha vuelto para contarlo. Por tanto es uno de los grandes enigmas dentro de la mente humana, al que no se ha encontrado y seguramente nunca se encuentre respuesta.
«Cada uno somos diferentes por fuera, y por dentro y nuestro bagaje emocional también lo es, así como las herramientas que tenemos para afrontar las diversas situaciones. ».
Cada uno somos diferentes por fuera, y por dentro y nuestro bagaje emocional también lo es, así como las herramientas que tenemos para afrontar las diversas situaciones. Nos puede afectar de manera diferente la muerte de según que persona, por lo que cada uno significa para nosotros y por la manera en la que esa persona fallece. Es diferente un proceso largo en el que la propia persona era consciente de la situación y se ha podido observar cómo le ha afectado a ella misma y su manera de encarar esta realidad; a una muerte súbita, inesperada para todos. Al fin y al cabo, la muerte, es la muerte, el desenlace final es el mismo, pero cómo se ha llegado a ese desenlace puede generar sensaciones muy diversas dentro de la psicología personal de cada uno.
El funeral: primer paso del duelo
El funeral, es un evento sociocultural que representa un reconocimiento y apoyo para la familia y los demás seres queridos. En los últimos 12 años, el uso de las salas de velatorio se ha cuadruplicado. La no celebración de este reconocimiento puede suponer una «dificultad» añadida a la hora de avanzar en este proceso.
Con frecuencia, esta última despedida puede ser un evento que ayude a sentir esa «certeza» de la muerte que algunos necesitan para ir avanzando. El funeral puede ser por tanto un acontecimiento importante para ayudar en la resolución del duelo. Entre las características que hacen que este evento pueda ser «sanador» para la psicología personal a la hora de encarar la pérdida encontramos:
- Ayuda a hacer más real la pérdida.
- Facilita el primer paso dentro del duelo: la aceptación.
- Situación que incita a la expresión relacionada con las emociones y pensamientos suscitados alrededor de la persona querida y las circunstancias que involucran a su fallecimiento.
- Es un momento de pausa, que puede servir para ahondar en uno, reflexionar y «sacar» fuera, sintiéndose respaldado.
- Mirar alrededor, y ver una red de apoyo que puede comprender por aquello que se está pasando y que guarda recuerdos comunes contigo sobre la persona fallecida ayuda a recomponerse.
La pérdida en el duelo
A los seres humanos nos aporta «paz» mental creer que tenemos control sobre los acontecimientos que rodean nuestra vida. El control pasa por poder predecir aquello que ocurrirá en nuestro futuro y, por eso cualquier cambio genera un poco de estrés dentro de nosotros.
«A los seres humanos nos aporta «paz» mental creer que tenemos control sobre los acontecimientos que rodean nuestra vida».
Dentro de los acontecimientos que pueden suponer un cambio en nuestras vidas, uno de los que más impacto tiene sobre la mente humana es la muerte, por ser la «pérdida definitiva» de una persona y pensar que se quedan muchas cosas por vivir.
Tal y como describe el verbo afrontar «hacer frente a algo», lo primero que sería saludable hacer para nuestra salud mental es terminar de asumir que lo que ha ocurrido, ha ocurrido, que no hay posibilidad de retroceder y cambiar el desenlace final. Es importante conocer cuáles son algunos de los mecanismos mentales que es común utilizar en el camino emocional que hay que recorrer para ser capaces de integrar esta experiencia en nuestras vidas.
«Puede generarnos tensión emocional sentir que no hemos sido capaces de descifrar y comunicar aquello que esa persona nos hacía sentir».
Dentro de esta última opción puede resultar muy común sentir que esa persona no ha vivido todo lo que tenía que vivir, o que nosotros no hemos podido disfrutar de ella todo lo que podíamos. Incluso, puede generarnos tensión emocional sentir que no hemos sido capaces de descifrar y comunicar aquello que esa persona nos hacía sentir. Puede que nos hayamos «guardado» algo dentro que consideramos que era negativo hacia esa persona y sentir culpa por pensar en ello una vez que la persona ha fallecido, o entre las prisas de vivir nuestra vida sin prestar demasiada atención a nuestros sentimientos nos hayamos guardado el amor que sentíamos por ella y ahora nos genere frustración saber que no podremos decírselo.Estos son algunos de los muchos ejemplos de situaciones «inacabadas» que pueden quedarse dentro de nosotros. Y cualquier asunto inacabado nos genera malestar, traducido en ansiedad y estrés, que a la vez desembocará en problemas físicos o mentales.
Fases psicológicas del duelo
La realidad es que en este asunto, como en tantos otros relacionados con nuestra existencia vital, no existe un manual que define de manera universal cuál será tu forma de afrontar esta situación o cuál sería la «manera correcta». La verdad es que no hay una forma correcta e incorrecta de vivir esta situación, cada uno lo vive de la mejor forma que pude dentro de sus herramientas de gestión mental. Sí puede sernos de mayor utilidad hacer una clasificación que diferencia entre formas sanas y no sanas de afrontar esta situación.
El estudio e intento de «catalogación» de el proceso del duelo psicológico ha diferenciado un total de 5 fases. El hecho de que se hayan localizado estas distintas fases, no quiere decir que todo el mundo tenga que pasar por todas ellas, ni que el orden en el que las presentamos tenga que ser el que se lleva a cabo. Además, puede ocurrir que se pase por alguna de ellas y no se llegue a identificar. Es mucho más difícil identificarlas como tal, si ni siquiera conoces que existen o no sabes cuales son sus «criterios característicos», es por eso que desde Cuidado Mayor creemos que es importante que conozcas las fases y características de ellas para que así te resulte más fácil entenderte, naturalizar y avanzar a lo largo de estas fases.
Elisabeth Kübler-Ross en 1969 estableció la diferenciación de las distintas fases del duelo en su libro «Sobre la muerte y el morir», explicando cómo se sienten y tienden a actuar las personas en sus distintos momentos de luto.
Las cinco fases del duelo psicológico:
- Negación.
- Enfado.
- Negociación.
- Tristeza
- Aceptación.
La negación
Dentro de estos mecanismos mentales, nos encontramos con la negación.La negación ha sido descrita por muchos autores por una de las fases que aparecen cercanas a esta experiencia, se trata de un período de insensibilidad que se suele producir en los momentos más cercanos a la pérdida. Pasa por una no aceptación de la situación, que creemos o queremos pensar que es irreal.
Puede ser una estrategia inicial para no «sentir» el dolor que te produce afrontar la pérdida. Al igual que cuando teníamos exámenes en el instituto, postergábamos el sentarnos a estudiarnos hasta el último momento, pero en el fondo de nosotros no olvidábamos (aunque lo intentábamos realizando cualquier otra actividad) que teníamos ese exámen, y de manera inconsciente la ansiedad que nos producía estaba en nosotros.
«Hacer como que no ha pasado se trata de una manera de no atender las emociones que suscitan la pérdida».
Es natural, y saludable acabar con esta fase y comenzar a identificar la realidad como la verdad, en lugar de huir de ella o intentar que sea diferente, el hecho en sí es inamovible, pero podemos cambiar ciertas interpretaciones que hacemos de él, y sobre todo abrirnos a trascender por él para así de alguna manera «superarlo».
Algunas de los comportamientos que pueden aparecer en la persona que se encuentra en esta fase del duelo es la «momificación». Puede que nos suene la escena en diferentes películas en las que al desaparecer el hijo, se mantienen las cosas de su habitación totalmente intactas «esperándole» para cuando él vuelva. Y, en el momento que se conoce que se ha encontrado el cuerpo de hijo, se decide mantener la habitación intacta, como una manera implícita de no reconocer que el hijo no volverá. Esto es lo que se conoce como momificación, guardar las posesiones del fallecido preparadas para cuando vuelva. Como todo, no tiene por qué ser una conducta desadaptativa, sobre todo si se hace en un período cercano a la pérdida, pero cuando esta conducta se mantiene en el tiempo podría ser un síntoma de una negación de la realidad.
Tenemos que tener cuidado a la hora de catalogar los comportamientos como adaptativos o desadaptativos. La mayoría de las veces, para poder saber en cuál de los dos «bandos» se encuentra la actitud de una determinada persona, el barómetro es lo que siente o no siente esa misma persona en relación con la actitud. Muchas veces cometemos el «error» de juzgar en función de nuestros aprendizajes, y de cómo vemos la situación desde fuera nosotros, sin pararnos a escuchar e intentar sentir como siente la persona de enfrente. Es por esto, que no siempre se cumple que una conducta que puede resultar un síntoma de una señal de alarma sobre la psicología de una persona, lo sea.
En el extremo contrario de la «momificación», nos encontramos con «la negación de la pérdida». Pudiendo deshacerse de todas las cosas de la persona fallecida, intentando así no recordarla o incluso, a modo de defensa distorsionar la imagen que se tenía de ella. Puede ser común realizar afirmaciones como «en realidad no estábamos tan unidos» o «no era tan buena persona». Hay veces que lo que encierran estas afirmaciones no es una emoción negativa hacia la persona fallecida, sino una manera inconsciente de negarse a uno mismo el propio dolor que siente. También es importante señalar, que muchas veces no nos sentimos con «derecho» a sentir como sentimos, puede ser porque comparamos, y creemos o sabemos que la relación que nos unía con la persona fallecida no era tan cercana como la de otros, que vemos o creemos que llevan mejor su duelo. No existe un manual que diga cómo debemos sentir, las emociones son algo dinámico donde todas tienen cabida, lo importante es reconocerlas y dejarlas ser para sanarlas.
Propuesta de tarea: afrontar la realidad.
Dejar atrás las conductas que implican una búsqueda o encuentro con la persona, o intentar cambiar las circunstancias que derivaron en el fallecimiento de la persona. Es el momento de asumir la realidad, y que al menos en esta vida, el reencuentro con la persona es imposible.
El enfado
Existen emociones dentro de nosotros muy energéticas que intentan escapar por donde puedan. Es común que de manera inconsciente busquemos respobables de la situación que se ha dado, en otros, las circunstancias, en nosotros mismos o incluso en la propia persona fallecida. Es otra consecuencia de inconscientemente, intentar no asumirla realidad, no estar en calma con la situación e intentar movilizarte para «cambiarla», aunque el hecho en sí, ya no pueda cambiarse. Son intentos «inútiles» en calidad de su resultado final, pero muchas veces necesarios para poder seguir caminando por el camino de la asimilación de la situación.
Propuesta de tarea: dejar que salga.
El enfado es una emoción que forma parte de aquellas que hemos catalogado como «negativas», lo cierto es que las emociones como tales no son buenas o malas, pueden ser agradables o desagradables, pero todas ellas tienen información que darnos.Muchas veces lo que tenemos que hacer con ellas es entenderlas y equilibrarlas. Una buena forma para equilibrar el enfado, es dejar que salga. Podemos probar a preguntarnos qué es aquello que echamos de menos de la persona que ha fallecido, haciendo una lista, visualizandolo, ayudándonos de un amigo o contandoselo a nuestra almohada. Después podemos preguntarnos, aunque nos resulte a priori extraño, ¿qué es aquello que no echamos de menos de él?
La función no es quedarnos con una visión negativa de esa persona, sino equilibrar los sentimientos y, sobretodo ver como los sentimientos positivos no excluyen a los negativos, conviven juntos.
La negociación
Es común fantasear con la idea de que la situación puede revertirse de alguna manera. Al igual que algunas personas que se catalogan dentro del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), que piensan que si llevan a cabo determinado ritual (como tocarse un pie, por ejemplo) podrán evitar una circunstancia negativa. Nuestra mente en ese momento del duelo puede verse imaginando escenarios diferentes que desembocarían en una situación final distinta. Es común hacerse preguntas como: ¿Qué habría pasado sí?, ¿y si yo hubiera hecho?
La tristeza
La tristeza es una emoción básica, primitiva, que aunque la mayoría de las veces catalogamos de «negativa» existe en nosotros porque cumple una función. Su función es hacernos parar, nos «roba la energía» para así obligarnos a ahondar en nosotros mismos, reconstruir partes de nosotros que se han «roto» y de esta manera, repararnos para poder seguir caminando por el camino de la vida.La persona en duelo encuentra difícil funcionar en su medio, desorganización en su vida, en sus emociones.
«La sensación de vacío profundo, falta de energía y ganas de vivir son características de esta fase».
Puede ser una emoción más dolorosa que vivir que por ejemplo la felicidad, pero es igual de necesaria que esta, el dolor nos señala las partes de nosotros que necesitan ser sanadas y si solo vibraramos en la felicidad, pasaríamos por alto y no curaríamos, por tanto, no mejoraríamos, quedándonos estancados como personas y en nuestro proceso de maduración.
Es común «aislarte» y sentir que no tienes incentivos para vivir. Es importante entender, que esto es «normal» nuestro cuerpo de manera sabia está «obligándonos» a ahondar en nosotros. Está bien querer estar solo, está bien no querer estarlo, lo importante es que durante esta etapa seas capaz de parar y escucharte, descifrar los pensamientos que de manera intrusa asoman tu mente y poco a poco ir sanándolos. Dándote cuenta cuáles de ellos son pensamientos irracionales, que solo te aportan negatividad y cuál puede ser la manera de ir cambiándolos.
Eres tu propia enfermera particular, que con amor, atención y cariño tienes que ir ayudándote a curar tu herida. Hay veces, que cuando no contamos (porque no nos han enseñado) con las herramientas emocionales para descifrar nuestro enredo emocional y desenredarlo, es importante que acudamos a un profesional que nos ayude, y sirva de guía en este proceso. Al igual que acudimos al médico cuando tenemos algún problema físico, es importante normalizar acudir a un psicólogo cuando nuestro dolor es mental.
Ahora bien, la tristeza mal gestionada, como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS), puede desembocar en depresión (actualmente se calcula que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo), es por esto que es importante contar con la información y herramientas adecuadas para saber «trabajar» y aprender de ella.
La aceptación
Es el momento en el que se empieza a recuperar su vida. Un punto de referencia que nos puede avisar de que el duelo está en unas etapas finales es la capacidad de pensar en la persona fallecida sin dolor, esto no quiere decir que no exista una tristeza natural cuando se piensa en él, no es una sacudida interna que te deja inmovilizado como podía ser antes. Se puede pensar en él desde otra perspectiva, sin que traiga manifestaciones como el llanto intenso o la opresión en el pecho. Otra señal que vaticina la llegada del avance en este proceso es la capacidad de volver a sentir por el mundo que te rodea, «recuperar» tu capacidad de emocionarte que puede que hayas considerado perdida
Consejo Cuidado Mayor
Cada duelo es un mundo, porque cada duelo acontece en unas circunstancias y dentro de una mente diferente, pero lo que está establecido como «normal» según la American Cancer Society es que su duración temporal está entorno a los sea superior a un año. Por norma general, todo aquello que dentro del mundo de la psicología se establece como «patológico», relacionado con una «mente enferma» responde a unos criterios que recalcan la incapacidad de vivir una vida «normal». Es decir, si aquellos pensamientos que están apareciendo en tu mente, sobre los que no sientes que tienes control condicionan en una gran proporción las actividades de tu vida diaria.
Desde Cuidado Mayor, queremos resaltar la necesidad que tenemos de asumir que en algunos asuntos, tenemos poco o ninguna posibilidad de cambiar los hechos externos, y lo único sobre lo que podemos trabajar es sobre nuestras interpretaciones de realidad, los pensamientos y emociones que tenemos en relación a ella.
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