¿Sabías que las consultas psicológicas en periodos de confinamiento pueden aumentar en más de un 200%?
El duelo es una cuestión muy compleja y se experimenta de muchas y variadas formas. La psicología que desencadenan se pueden aplicar no sólo a las pérdidas debidas a la muerte, sino a la elaboración del duelo por distintos tipos de pérdidas: un divorcio, una amputación, la pérdida del trabajo y las pérdidas que experimentan las víctimas de la violencia, entre otros.
Tener que vivir situaciones de pérdida es una realidad inherente a la vida. Cada uno reaccionamos de manera diferente a la muerte, pero hay ciertas emociones que es común sentirlas. Es importante que vivamos y sintamos este proceso psicológico como algo natural, y no nos quedemos estancados en ninguna emoción que no nos dejamos sentir o intentamos rechazar. Es por eso, que desde Cuidado Mayor queremos explicarte algo más sobre aquellas emociones que se relacionan con el duelo psicológico.
1. El apego
2. Sentirse acompañado en el duelo
3. El duelo como proceso natural
4. Emociones asociadas al duelo
5. Consejo Cuidado Mayor
El apego
Visualiza la imagen de un bebé recién nacido, o con unas pocas semanas de edad, la evolución de nuestra especie se caracteriza por contar con unos individuos llegados al mundo en su absoluta vulnerabilidad.
Necesitan de figuras que les ayuden a conseguir alimento y seguridad para poder ir creciendo, detrás de esta necesidad hay una serie de mecanismos bioquímicos que ayudan a que se desarrolle. Existe dentro de nosotros una hormona llamada oxitocina que es la encargada de regular estos eventos emocionales que hacen que sintamos «apego» hacia otras personas.
«El establecimiento de apegos con otras personas es una conducta normal, natural, evolutivamente adaptativa para la supervivencia de nuestra especie».
El establecimiento de apegos con otras personas es una conducta normal, natural, evolutivamente adaptativa para la supervivencia de nuestra especie. Esto puede ayudarnos a comprender el por qué de los fuertes lazos emocionales que podemos llegar a desarrollar con otras personas y el gran impacto que supone para nosotros emocionalmente la pérdida de ellos.
Cuando en nuestro día a día, existen circunstancias que ponen en riesgo la seguridad de nuestros lazos, es normal sentir ansiedad, miedo, rabia; emociones que se pueden materializar de diferentes formas pero que en ocasiones, cesan y se alivian dichos síntomas cuando hemos podido reestablecer ese lazo.
Nuestro instinto reacciona de manera automática, e incluso agresiva a la hora de restablecer el lazo y a veces no es capaz de entender, o le cuesta más, que la pérdida en este caso es irreversible. Dentro de nosotros inconscientemente, se desarrollan los mecanismos necesarios para restablecer la relación perdida y hay que hacer un trabajo doble de consciencia para darnos cuenta que se están desarrollando dentro de nosotros estos procesos y por otra, para entender que aquella relación es imposible materialmente que siga su curso natural.
No hay que olvidar, que como señala Pilar Barreto, un 25% de las personas que acuden a consultas de atención primaria con trastornos psicológicos tienen antecedentes de duelos personales no resueltos.
Sentirse acompañado en el duelo
Antes de nacer nadie nos pregunta si queremos hacerlo, llegamos al mundo y no hay ningún manual de instrucciones sobre cómo vivir en él. En el momento que empezamos a adquirir consciencia, se van abriendo diferentes mundos ante nuestros ojos, un mundo lleno de sensaciones que llegan a nosotros a través de nuestros sentidos.
Piensa que experimentarías si durante toda tu vida no hubieras podido escuchar, y, de repente por «arte de magia» se te concediera ese «superpoder». Imagina que ocurriera lo mismo con la vista, que durante todos los años que llevas con vida no hubieras visto más que oscuridad absoluta y de repente fueras capaz de apreciar cuando miraras hacia arriba un inmenso cielo en un llamativo tono azulado con unas espumosas masas blancas bailando sobre él. O el tacto, imagina que nunca nadie te hubiera rozado, tocado, besado o abrazado… y de repente, poco a poco, se te concediera ese regalo.
Pero además de todo aquello que podemos notar y sentir gracias a nuestros sentidos, existe algo muy fuerte que enriquece y hace que sintamos que nuestra vida cobra de verdad sentido: el amor, la comprensión con otros seres humanos, diferentes a nosotros —pues todos somos únicos—, pero a la vez, lo suficiente iguales entre nosotros para poder hacernos sentir comprendidos, acompañados en este viaje.
¿Qué pasaría si de repente te levantarás y te encontrarás con todo el dinero del mundo, pero solo en él? ¿Cómo te sentirías si fueras en único ser humano que estuviera en todo el planeta? Somos seres sociales, evolutivamente hemos evolucionado gracia a el trabajo el equipo, las tribus, las familias.
Nuestro cerebro cuenta con unas neuronas, las llamadas «neuronas espejo» que nos permiten empatizar. Empatizar significa ser capaz de ponerte en el lugar del otro, imaginar cómo este se siente. Nosotros empatizamos con el de enfrente, y este puede empatizar con nosotros, que alguien nos comprenda, nos ayuda a comprendernos, que alguien nos escucha y nos quiera, nos ayuda a escucharnos y querernos. Es como un círculo vicioso, uno influye en el otro y viceversa.
«¿Cómo te sentirías si fueras en único ser humano que estuviera en todo el planeta?».
Dentro del «sinsentido» que a veces sentimos que es nuestra estancia en este mundo, compartirlo con alguien, nos enriquece, le devuelve el sentido a nuestra vida en cierto aspecto.
Generamos unos vínculos muy fuertes con las personas que queremos, por un lado, y por otro, nos supone un trabajo procesar aquellos pequeños recordatorios de que la muerte convive con nosotros. Nos hace sentirnos frágiles, vulnerables. Nos resulta difícil mirar de frente a la realidad y hay ocasiones en las que nuestra mente elabora estrategias que parece que «logran distraer» a la mente de ello, es entonces cuando nuestro cerebro cae en estados como al negación.
Nos sentimos menos perdidos cuando sentimos que nos acompañamos unos a otros. Creamos fuertes lazos emocionales, vínculos, que duele asumir que se cierran cuando la otra persona deja de estar en este mundo contigo.
El duelo como proceso natural
Hay algunas personas que consideran que la pérdida es algo tan doloroso que de manera encubierta realizan un pacto consigo mismos para «no volver a querer nunca más». Se bloquean emocionalmente, deteniendo su capacidad de sentir y por tanto, de vivir. No tenemos que dejar de amar, más bien todo lo contrario. Amar el recuerdo de aquella persona, y abrirnos a querer a aquellos que sí están a nuestro alrededor con nosotros «que existan otras personas a las que poder amar no implica que quiera menos a la persona fallecida».
«Resiliencia: capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como los accidentes o muerte cercana».
El duelo es un proceso largo, y tienes que saber que la culminación de este no traerá a tu yo «anterior» tu yo pasado. Somos seres que tenemos consciencia, recuerdos y nos es «fácil» querer volver a nuestro pasado, muchas veces idealizado como una manera de intentar no afrontar nuestro presente.
La verdad es que el tiempo pasa, que las cosas pasan y que los sucesos seguirán ocurriendo, está en nuestra mano trabajar por ser conscientes del poder que tenemos dentro de nuestra propia mente para dejar aflorar nuestros miedos y emociones, y así poder sentirnos «liberados» y apreciar nuestra vida, nuestro presente, la realidad de poder estar vivos, aunque no lo vayamos a estar siempre, y la muerte de nuestro alrededor se encargue de recordarnos este evento trágico, pero natural y necesario para que la vida tenga la cualidad que tiene.
No podemos olvidar que el duelo es un proceso natural, que con su mayor o menor dificultad ó demanda temporal, los seres humanos pueden aceptar y «superar». Esto se conoce como resilencia: «capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como los accidentes o muerte cercana».
Aunque completar esta tarea es natural que lleve algún tiempo, los rituales tradicionales como el funeral suponen una gran ayuda para las personas para encaminarse hacia la aceptación. Pero, el hecho de contar con este entierro o no poder asistir a él no implica que entonces no se pueda comenzar y avanzar en el proceso de duelo, simplemente que se necesitarán de otras formas de validar la realidad de la muerte.
Los estudios afirman que, de media, el duelo puede durar entre uno y dos años, aunque cada duelo es individual. El objetivo final del duelo no es olvidar a la persona fallecida, no nos es posible eliminar los recuerdos de aquellos que han estado con nosotros en nuestra vida, ni saludable ni adaptativo. No debemos renunciar a nuestro recuerdo sobre esa persona, sino ser capaces de encontrar su lugar apropiado dentro de nuestra psicología, un lugar que permita seguir viviendo de manera eficaz en el mundo.
Emociones asociadas al duelo
Resulta útil conocer el abanico de sentimientos posibles durante una pérdida. Conocer los sentimientos, ayuda a identificarlos y esto a sentirlos y expresarlos en el grado necesario.
- Enfado
- Culpa
- Ansiedad
- Tristeza
- Alivio
Cualquier cosa que permita evitar de forma continua el dolor es probable que prolongue el curso del duelo. También es normal soñar con la persona fallecida, incluso con que sigue viva, se trata de una muestra inconsciente de un deseo que nos gustaría que fuera realidad.
La represión de las emociones nunca es saludable, ni recordar solo aquello negativo de la persona para así poder evitar la tristeza que produce la pérdida; ni reprimir los sentimientos de afecto hacia ella.
Enfado
El enfado es común que proceda de la frustración que provoca lo «injusta», «inoportuna» o dolorosa de la situación y la impotencia que provoca lo irreversible de la situación. Puede ser una emoción que resulta difícil asociar a la pérdida, pues puede desencadenarse en eventos que en apariencia nada tengan que ver con la situación, siendo a veces difícil de asociar con la muerte del ser querido. Si no se puede dirigir el enfado al objeto real que lo provoca «el fallecido», este se desviara hacia otras personas como el personal sanitario, algún miembro de la familia, amigo o hacia uno mismo —expresándose como depresión, culpa o disminución de la autoestima—.
Culpa
La culpa se caracteriza por ser un sentimiento que implica una responsabilidad por cierta situación, en este caso el fallecimiento de una persona.
Es posible que invadan a tu mente pensamientos como por qué no se solicitó ayuda médica antes, o por qué no solucionaron su discusión antes de subir al coche, o cualquier pensamiento irracional. La verdad es que los acontecimientos que ocurren en la vida son el conjunto de una interrelación de diversas situaciones, y no es justo, racional ni saludable sobregeneralizar la importancia que hay de nuestras acciones en cada una.
Es importante que intentemos trabajar en nosotros mismos, en nuestros sentimientos, pensamientos y acciones para poder dar «nuestra mejor versión», pero al igual que los errores están para aprender de ellos, tenemos que entender que aunque en nuestro momento presente veamos de diferente forma como actuamos en el pasado, nuestro «yo pasado» lo hizo lo mejor posible con las herramientas que tenía en ese momento.
Las consecuencias finales, y la perspectiva externa de las cosas nos podrá servir para que nuestro «yo futuro» aprenda y la siguiente vez en su vida que se vea en una circunstancia parecida, actúe diferente, pero cargar con la culpa de las consecuencias no sirve nada más que para torturarnos a nosotros mismos y cargar con una roca a nuestras espaldas que solo nos dificulta más el camino.
Ansiedad
La consciencia sobre la muerte es algo que culturalmente no tenemos muy presente, conocemos de ella, sabemos de ella, pero intentamos guardarla en lo más profundo de nuestro subconsciente, siendo incluso «desadaptativo» a nuestros ojos pensar en ella. Como todo en esta vida, depende de los ojos con los que queramos mirarlo, que la muerte existe, es una realidad, al igual que la vida existe.
Podemos dejarnos llevar por el miedo, que este nos inunde y nos paralice pensar que personas cercanas a nosotros de repente ya no estarán o que nosotros mismos dejaremos de vivir y el mundo seguirá girando. También, puede servirnos de ayuda para apreciar aún más la vida y sentir que cada segundo que estamos en ella es valioso, así como cada segundo que compartimos con la gente que queremos.
«¿Cuántas veces has pronosticado un escenario negativo en tu cabeza que no acabó ocurriendo nunca?».
La pérdida de un ser querido, hace más consciente ese miedo inconsciente que tenemos latente sobre la vulnerabilidad humana, y nuestra propia vulnerabilidad. También es común sentir ansiedad por el futuro sin esa persona, se puede pensar que no se podrá seguir sin ella o que algún miembro querido no podrá seguir viviendo sin esa persona, todo esto son proyecciones futuras, de un futuro hipotético que no conocemos.
¿Cuántas veces has pronosticado un escenario negativo en tu cabeza que no acabó ocurriendo nunca? Aunque la situación sea difícil, mientras estés vivo y estés abierto a entender y utilizar las herramientas que tengas para vivir y ayudar a otros a vivir de la mejor forma posible, no está nada perdido.
Tristeza
Llorar es una conducta natural, donde expresamos el dolor que sentimos sin la necesidad de exponerlo con palabras. La cultura social ha podido señalar a esta conducta como una conducta «de niñas», y de manera inconsciente nos sintamos «débiles» por emocionarnos y expresarlo mediante lágrimas.
También creemos que existe un patrón de conductas que tacha de erróneo esta expresión emocional según en qué sitio. Por ejemplo, puede que no nos sintamos cómodos si nos dan una mala noticia en el trabajo y sentimos que queremos llorar delante de nuestros demás compañeros, porque ¿qué pensarían? Pues bien, es una expresión emocional que nos hace muy humanos, y si la hemos enjuiciado es por nuestros juicios externos y no por dejarnos estar en sintonía con nuestras emociones.
Llorar solo puede ser útil, recordamos que las emociones, aún aquellas que catalogamos como «negativas» cumplen una función psicológica para con nosotros. Y, muchas veces, abrirnos a llorar con alguien y poder recibir su apoyo aunque sea con un simple abrazo, sin necesidad de decir nada más, nos reconforta.
Es importante también, hacer mención a los pensamientos suicidas que pueden llegar a suceder, si estos ocurren, es de vital importancia recibir la ayuda para la gestión de las emociones por parte de un profesional. Estos pensamientos pueden provenir de diversas causas, entre ellas la sensación de ser la única forma de así volver a ver a la persona fallecida.
Alivio
Hemos hablado todo el rato de aquellas emociones que catalogamos como «negativas», pero en el rico archivo emocional con el que contamos también existen emociones positivas. Y no todo es blanco o negro, nuestras emociones son muy ricas y se mezclan unas con otras.
Es importante normalizar todo aquello que sentimos, y no ser nosotros los primeros crítico con nuestras emociones pensando que hay algunas que es «normal» sentir y otras no. Esto no es así, el trabajo en todo esto está en localizarlas, identificarlas, y dejarlas ir; estamos bloqueando este proceso si nos bloqueamos a nosotros mismos de sentir lo que sea que estamos sintiendo. No tengamos miedo a nuestras emociones, no nos juzguemos a nosotros mismos e intentemos entendernos.
Consejo Cuidado Mayor
La realidad de la muerte duele, nos aleja de seres que queremos, nos hace ver el verdadero descontrol que hay en la vida; pero también nos permite apreciar todo lo que en ella hay. No veríamos la luz de las estrellas si no estuvieran rodeadas de una inmensa oscuridad. Nos reconforta realmente sentir compañía en estos momentos tan difíciles de asimilar. Incorporar este hecho a nuestra vida es algo personal, pero sentirnos reconocidos y acompañados consuela.
«Superar» el duelo es aprender a convivir con el dolor emocional que supone la pérdida de la persona que quieres en el mundo. Aceptar que tu persona querida no estará más, pero agradecer sus recuerdos, haber podido conocerla y compartir momentos de la vida con ella. Y, sobretodo, que esa pérdida no te impida seguir disfrutando de la vida.
«Superar el duelo es aprender a convivir con el dolor emocional que supone la pérdida de la persona que quieres en el mundo».
Famosa es la frase «para poder apreciar la luz de las estrellas se necesita de oscuridad en la Tierra». Así es, gran parte de lo que hace a la vida única y maravillosa es que no se trata de algo perenne, nuestra estancia en la Tierra no es eterna, tiene un tiempo limitado y esa misma realidad hace que el tiempo que tenemos en ella sea tan valioso. La aclamada película de 2009 Avatar, explica de una manera muy poética este concepto:
—La Tierra nos proporciona la energía que necesitamos para sobrevivir, y llegado el momento, nosotros le devolvemos esa energía otra vez a la Tierra —le dice Neytiri (la protragonista) a Jake Sully.
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