El Alzheimer jamás nos robará la Nada
Me deslicé por el embudo donde se achican los recuerdos. Quise salir, pero un foco de luz roja cruzó el espacio y me quemó los ojos antes de volverse negra y enroscarse entre las hebras del pensamiento. Tomó posesión de todo lo translúcido que aún quedaba en mí.
Mis manos, mis pies, mi cara…, todo se volvió intangible. Navegué por mi interior a tientas en busca de la esencia con que me dotaron al nacer, pero no encontré cariño ni odio ni prisa… Nada. Sólo frío.
Quise avanzar, cruzar, saltar, moverme por algún lado, pero no supe adónde. Los puntos cardinales resbalaron de sus siglas y se perdieron para siempre en algún lugar incierto dentro de mi cerebro.
Alguien me dio dos besos y me llamó “madre”. Giré el rostro y contemplé el suyo y el de la niña cogida de su mano. Vi el abatimiento abanicando sus caras. Las rodeé, las miré de nuevo y escuché la misma palabra, esta vez bañada en llanto. No entendí. Levité y desde el techo de la habitación contemplé a la niña. De su boquita salió una exclamación igual de extraña: “Abuelita”, y luego una pregunta débil: “¿No nos conoces, abuelita?”
Aquellas palabras giraron deprisa sobre mi cabeza. Fue como si una hélice de avión transportara mi cuerpo a través de las paredes hacia un prado vacío sin aromas ni color, poblado tan sólo por rostros sin tiempo. Me perdí en lo ignoto.
Quise andar erguida en medio de la Nada pero permanecí quieta en el mismo sitio, pues cualquier lugar se confundía con el inicio.
Cerré los ojos y una fugaz visión iluminó con rabia algún cajón oculto en los sótanos de mi pasado: contemplé dos imágenes de paritorios y en ambas mis oídos se llenaron, primero con gritos de dolor y luego por lloros infantiles que se instalaron definitivos y resueltos seguidos de una alegría etérea. Estuve a punto de entender, pero la Nada cubrió de nuevo el espacio.
La visión se fue y sentí los besos de esos rostros sobre el mío de escarcha, y también sus palabras: “Adiós abuelita, mañana vendremos de nuevo a verte. No te preocupes por nada, nosotras te cuidaremos.”
Cerraron la puerta y se me escapó de pronto un brevísimo pensamiento:
«Preocuparme yo… ¿Por qué?, la Nada está conmigo, es la única que me acompaña.
¿Qué haría yo sin ella?»
Escrito por Joaquín Muñoz Calero
ANÁLISIS EVOLUCIÓN ABUELITA – CUIDADO MAYOR
Emotivo relato sobre la percepción de la realidad de una persona con un estado avanzado de Alzheimer. Esta enfermedad, dura para pacientes y familiares, deteriora la percepción visual y dificulta enormemente a los pacientes el reconocer caras.
Como refleja el relato los rostros juegan un papel fundamental en la comunicación humana, y los humanos somos expertos en identificar y reconocer rostros en un plazo breve de tiempo. Esta capacidad conocida como “percepción holística” se ve deteriorada en la protagonista del relato. Los enfermos de Alzheimer tardan más tiempo en reconocer rostros, cometen más errores o son incapaces de acertar, tal y como recoge el relato “¿No nos conoces abuelita?” tiene problemas para reconocer a su nieta y a su hija, como suele ser habitual en estas situaciones, como se recogen en otros testimonios.
La enfermedad del Alzheimer avanza lentamente pero de forma implacable. En el caso que se nos expone en el relato la persona que lo padece se encuentra en un estado bastante avanzado, ya que no es capaz de caminar y está postrada en la cama de lo que es seguramente una residencia. Espera se le apague la luz para quedarse a solas con esa Nada que nunca la abandona.
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Por casualidad he leído este precioso escrito, poético y triste, quizás carente de dolor. Me ha gustado mucho el comentario (más terrenal) que hacen ustedes del escrito. Muchas gracias por compartir sus conocimientos.
Hola Alicia. Gracias por el comentario, es cierto que es un escrito bonito y triste. Le agradecemos le haya gustado nuestro comentario, intentamos ayudar a las familias desde nuestra experiencia como gerontólogos.