El fallecimiento de mi abuelo
Ya hace unos 20 años que mi abuelita dejó de ser quien era.
Mi abuelo falleció a los 70 años, justo la misma edad que tenía mi abuela por entonces. Yo contaba con solo 11 años. Desde entonces muchas cosas han pasado.
Con la muerte de mi abuelo el mundo de mi abuela se derrumbó, no encontraba motivo para seguir adelante ni razón para seguir siendo ella. Fue a finales de los 90 cuando mi abuela, María, dejó de ser quien era. Se volvió una persona triste y en un plazo de 5 años ya no podía valerse por sí misma.
He leído en muchas ocasiones que es un comportamiento normal, así que no se puede culpar a nadie, ni a mi abuelo por no haber estado presente, ni a mi abuela por no haber luchado algo más por su autonomía.
Volvamos al principio. Cuando falleció mi abuelo, mi abuelita tenía 70 años y era una persona totalmente autónoma, hacía la comida, planchaba, mantenía conversaciones… era una persona normal. Los años que siguieron a la muerte de mi abuelo fueron de luto y de pérdida de autonomía. Mi abuela no encontraba su lugar ni sabía cuál era su rol en este mundo. Antes, como en muchas familias, el funcionamiento de la familia giraba en torno a la figura del varón, ahora que éste no estaba no tenía sentido el mundo de mi abuela.
Durante los 3 años que siguieron hubo una reestructuración de los roles en la familia desgraciadamente mi abuela no fue capaz de encontrar su lugar. Su posición, pensamos sería la de rehacer su vida junto con sus amistades, pero nos fuimos dando cuenta que mi abuelo había generado una gran dependencia en torno a su figura que hacía que mi abuela no tuviese mundo propio. El resto de la familia teníamos nuestros propios problemas y no podíamos estar pendientes constantemente de la abuelita…
”Los años que siguieron a la muerte de mi abuelo fueron de luto y de pérdida de autonomía.
La aceptación familiar
Poco a poco, mi abuela fue siendo más incapaz de hacer las labores más corrientes del día a día. Pasados 3 años ya era incapaz de hacerse la comida por sí sola y se le olvidaban cosas con mucha frecuencia. Recuerdo como mi madre era algo dura con ella en casa, muchas veces durante la comida de los domingos, porque no se acordaba de las cosas con exactitud. Mi padre le decía que no fuese así con ella, que la pobre mujer no recordaba las cosas… supongo que mi padre, al haber cuidado de su abuela cuando era pequeño que tenía alzheimer, veía ciertos comportamientos que le eran familiares. Mamá tardo algunos meses en entender y aceptar lo que le estaba pasando a la abuela.
Físicamente la abuela estaba igual de sana y seguía comiendo como una campeona, pero su memoria le empezaba a jugar malas pasadas. Todos ya lo veíamos.
Todo cambió, para mejor, cuando mamá aceptó el hecho de que la abuelita empezaba a tener demencia o alzheimer, nunca hemos sabido la diferencia, la cuestión es que la abuela olvidaba cosas y ya no era autónoma. Mamá buscó ayuda externa ya que por horarios ni el tío ni ella podían hacerse cargo de la abuela todos los días.
La abuela e Isabel
Tuvimos mucha suerte. Unos conocidos nos recomendaron a Isabel, una excelente cuidadora. Isabel estaba muy comprometida con las personas con las que convivía, no digo cuidar porque ella nos repetía que ella no cuidaba sino que hacía compañía y convivía. Desde que Isabel entró en la vida de mi abuela la expresión de su rostro volvió a ser la misma, ahora tenía a alguien con quien hablar. Tampoco es que hablasen mucho, mi abuela siempre ha sido parca en palabras, pero le hacía compañía y juntas podían ver los programas de salsa rosa de por las tardes, bajar al jardín o dar largos paseos.
Con Isabel, la enfermedad de mi abuela se paró en el tiempo. Pasados ya 15 años desde la llegada de Isabel reconocemos la excelente labor que hizo Isabel con la abuela y cómo la doctora Paula, con su medicación, logró contener el avance de la enfermedad.
Si nos preguntasen cuál fue el secreto para hacer que parase el deterioro, fue sencillamente: la aceptación. Al principio todos nos negamos a aceptar lo que estaba ocurriendo, unos por desconocimiento y otros por simple sinrazón. En el momento que aceptamos lo que le ocurría a la abuelita y pusimos solución todo mejoró. Es muy duro aceptar el que a un familiar se le comienzan a olvidar los recuerdos más relevantes y los más recientes, pero es parte de la vida.
Ahora mi abuelita está bien, esperemos que por muchos más años.
Escrito por el nieto de una persona con grado 3 de dependencia.
ANÁLISIS EVOLUCIÓN ABUELA – CUIDADO MAYOR
Este testimonio, primeramente, describe una experiencia en primera persona de un nieto de una persona afectada de Alzheimer. El texto, rico en detalles, describe la evolución de esta terrible enfermedad. Empieza por un hecho fundamental que desencadena la enfermedad y es la muerte del marido de nuestra protagonista. En muchas ocasiones, el fallecimiento de un ser tan querido “desmonta” todos los recursos que le quedan a las personas mayores y, a partir de ese momento, empieza a notarse la demencia.
En segundo lugar, vemos lo que cuesta asumir este proceso de enfermedad, sobre todo para la hija de la afectada. Llevando incluso a momentos de sobrecarga del cuidador, con gran estrés y cómo describe en el texto…”siendo muy dura con la abuela”. Esto cambia radicalmente en el momento de la aceptación de la familia ya que buscan recursos externos para ayudarles con el cuidado de la persona afectada de demencia, en este caso, la abuela. Por último, vemos que esta ayuda y esta información afecta positivamente en el cuidado de la persona afectada de demencia ya que “contiene” el progreso de la demencia.
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