Ella habría regresado a su país

Por 17 agosto, 2019Relatos

Había trascurrido algún tiempo, más exactamente tres semanas, cuando la llamé por teléfono. Bueno, realmente, le escribí un whatsapp. ¡Hola! soy Laura, la hija de Pilar, te escribo desde Madrid, ¿sigue siendo éste tu teléfono?.

Emotivo relato que pone de manifiesto el vínculo afectivo que se crea entre una persona mayor, su familia y una cuidadora. En este relato la cuidadora a la que se hace referencia lleva por nombre Isabel, pero hay muchas otras trabajadoras que crean los mismos lazos de afectos con sus mayores a los que quieren y cuidan. El texto ha sido escrito por una hija de una persona mayor y es verídico.

Había trascurrido algún tiempo, más exactamente tres semanas, cuando la llamé por teléfono. Bueno, realmente, le escribí un whatsapp. ¡Hola! soy Laura, la hija de Pilar, te escribo desde Madrid, ¿sigue siendo éste tu teléfono?.

A los dos días desde el mismo número de teléfono, recibí un mensaje diciendo que había pasado mi mensaje a su madre, ese número era de la hija de la persona a quien yo buscaba y que había sido la cuidadora de mi madre.

– Señora Laura, ¡qué alegría poder escucharle!, ya me enteré del fallecimiento de su mamá, usted sabe que yo le quise bien, yo a su mamá Pilar, le cuidé como si fuese mi mamá. – Eso he escuchado, hoy domingo por la mañana, al contestar al teléfono.

Ella, se llama Isabel, es la cuidadora que yo quería localizar. Nació en una pequeña ciudad de Perú, a media jornada de Lima. La vida le llevó por rincones imprevistos de España hasta que un último “huracán” –dice ella- le ha retornado a los lugares de su infancia. ¡Hola Isabel!, también me alegra escuchar tu voz. Hemos conversado un rato largo, me ha contado detalles de su vuelta, de su casa, de que ya tiene cristales en las ventanas, y aunque el suelo sigue siendo de tierra, ha puesto alfombras y “pisa suavecito”. Isabel es una bella persona, fue una excelente cuidadora.

Durante casi media hora, no ha parado de hablar, de recordar, de explicar como “su mamá reía”, de cómo le cogía los rulos y ella le decía “deja ya que no vamos de boda” pero ella sabía que le gustaba que le colocase bien el pelo.

Isabel llegó a casa de mi madre como si de una bendición se tratase, “suavecito” como ella decía y, sobre todo con mucho cariño. No era sensiblera, la vida le había tratado con poco miramiento, nunca pensó que trabajaría como cuidadora. Una sola vez me contó como a su hijo, con veinte años, se lo mataron a golpes tras arrebatarle la cadena de oro, con la medalla de la virgen, que ella le regalo por su veinte aniversario.

Sabe señora Laura hizo mal -me dijo- defendió mi regalo y no quiso entregarlo, me lo trajeron a casa pateado, destrozadito por dentro, esa noche se me murió.

No era preciso que me repitiera ese hecho, sabía que yo no lo olvidaría, que formaría parte de mi aprecio hacia ella.

Sin embargo, si me contó, en más de una ocasión, en tono entre admirado y jocoso, como quien pone distancia entre sus propias vivencias y uno mismo, que su marido era un mujeriego y a ella le tenía como quien tiene un subordinado a costa del cual vive. Me repetía:

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– Fíjese Sra. Laura que se paseaba con sus amantes en el coche que yo pagaba, por delante del taller de costura donde yo me dejaba la espalda, y yo no le veía, o no quería verlo, que lo mismo da. Más tarde pensando en miradas o en frases, entredichas o entrecortadas, de las muchachas que me ayudaban en el taller, comprendí que todo el barrio me compadecía. Y figúrese que el taller tenía tres ventanales a la calle principal donde las parejas paseaban, se hacían cariños y quienes no eran parejas se lanzaban miradas reclamo. Desperté de mi enamoramiento, no sé en qué momento preciso pero si tengo grabada la tarde en que “por caridad” una clienta me puso al corriente diciendo que mi marido, no es que paseara buscando plan, que el plan él lo paseaba en el coche. Y, créame, a mí no me gusta que me tengan pena.

El marido lo tenía perdido, viviría mejor sin él. Alguien le habló de venirse a España, “en España se aprecia mucho a las Cuidadoras latinoamericanas, además tu puedes trabajar como patronista eres una gran profesional de la costura”.

En menos de cuatro años pagaría el local, las dos niñas más chicas podrían quedar a cargo de la abuela y los otros dos, el nene y la nena, ya mayorcitos, podrían estudiar un oficio en la capital, y para eso necesitaba el dinero que fácilmente ganaría en España.

Llegó al aeropuerto de Madrid-Barajas, nunca me lo dijo, pero sé que “sin papeles”, menudo eufemismo lo de sin papeles, llegó indefensa -pienso yo. Aquí trabajo duro, lo mismo que en su país. Ya sabe Sra. Laura, la vida no regala nada, todo hay que ganárselo, eso lo supe desde muy chiquita -decía.

La vida no regala nada, todo hay que ganárselo, eso lo supe desde muy chiquita

Conocimos a Isabel cuando llevaba en Madrid más de cinco años, ya en plena crisis, a finales de 2010. Llegó a Madrid para mejorar su vida, era excelente en el mundo del corte y la confección, tenía grandes ideas y muchas ganas de demostrar que podía con casi todo. En una tienda de moda de la mejor zona de la calle Serrano de Madrid, ajustó trajes, metió bajos, dio ideas sobre cómo mejorar diseños. “Apreciaban mi trabajo pero han tenido que cerrar la tienda, ya sabe: la crisis. Ahora hago arreglos en mi casa pero con eso no llego a fin de mes. Ustedes no se preocupen, también he trabajado de cuidadora, sé tratar a las personas mayores, no les decepcionaré” -eso nos dijo es su primera entrevista-.

Y pasaron otros cinco años, en los que estuvo al cuidado de mi madre, ya he dicho “dando cuidados y cariño”, y mientras se tituló en peluquería, hizo trajecitos de bebe, tejió colchas a ganchillo, diseñó ropa para vender por internet y, además de todo eso, pagó su local allá en su país y sus hijos terminaron sus estudios. Sus dos hijos mayores se trasladaron a España, la “nena” estuvo en Madrid y pronto regresó a Perú, el hijo mayor está en Barcelona, no tiene planes para cambiar de residencia.

No dudo de que haya muchas otras historias de cuidadoras latinoamericanas muy similares y seguro que con protagonistas como Isabel. Este escrito es un pequeño homenaje a ella, que tiene un lugar especial en el rincón de los afectos de quienes le conocimos y, de quien como mi madre, disfrutó de su compañía.

Ayer, ya cumplí el encargo que mi madre me hizo. Envié, por paquete exprés, un obsequio que aunque no compensa todo el amor recibido si lo reconoce, eso le he dicho a Isabel en la conversación telefónica que, hoy domingo, acabamos de mantener..

ANÁLISIS – CUIDADO MAYOR

Isabel vino a España a ganarse la vida. Lo hizo de forma honrada y día a día postponía la vuelta a su país por cuidar a una persona mayor de la que irremediablemente se había “enamorado”. Las familias cogen afecto a las cuidadoras igual que éstas a sus mayores. Es una bonita historia que pone de relieve la existencia de afectos fuertes entre personas de diferentes orígenes y con distintas vivencias. Un bonito homenaje a una gran persona y a un gran colectivo.

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